
#OpiniónEl odio de la ofensiva reaccionaria
La elección del nacionalista Luis Lacalle Pou por un estrecho margen de votos como presidente de la República, liderando una heterogénea coalición conservadora integrada por cinco partidos, configura un nuevo mapa político para el próximo quinquenio.
El paradójico triunfo del proyecto restauracionista -que es de génesis multicausal, en un país que ostenta los mejores indicadores de desarrollo humano a nivel regional gracias a los quince años de administración progresista- origina una lógica incertidumbre en vastos sectores de la población, particularmente entre los asalariados y los jubilados.
Esa es una de las tantas inquietudes que deberían angustiar a los estratos poblacionales de ingresos fijos que, en algunos casos, no leyeron correctamente la realidad a la hora de sufragar. En efecto, el paquete que ha preparado el bloque derechista, que es poco conocido, es bastante más radical.
Sin embargo, más allá del mero contenido del acuerdo multipartidario, que analizaremos con mayor profundidad en ulteriores entregas, lo que genera mayor preocupación es la propia conformación del futuro gobierno.
Al respecto, es bien sabido que uno de sus socios es Cabildo Abierto, el partido de ultraderecha liderado por el ex comandante en Jefe del Ejército Guido Manini Ríos, que devino, en forma sorpresiva, en el auténtico juez de la elección.
Si bien ese conglomerado de impronta fascista, reaccionaria, homofóbica y misógina cosechó el 11% de los votos de la derecha en la primera vuelta del 27 de octubre -más de un quinto del total- su peso específico en las decisiones resultará crucial. En efecto, sin los votos de CA en el parlamento Lacalle no podría gobernar.
Lo más grave de este escenario es que la irrupción de esta fuerza política, la cual en pocos meses logró cooptar una importante adhesión en las capas socialmente más vulnerables de la sociedad, exhumó fantasmas del pasado que todos razonablemente creíamos definitivamente desterrados.
Al respecto, los lenguajes de varios referentes de ese flamante conglomerado tienen un fuerte tufillo autoritario, tal cual se infiere de algunos pronunciamientos públicos individuales y colectivos que se conocieron antes y después de las dos comparecencias a las urnas.
Uno de ellos fue el imperativo mandato de Guido Manini Ríos a todos los militares a que sufragaran por Luis Lacalle Pou en el balotaje, como si aun detentara la titularidad de la comandancia del Ejército.
En su arenga, el ex jerarca castrense fustigó nuevamente al Frente Amplio, recordando que el gobierno aprobó la indispensable reforma de una Caja Militar escandalosamente deficitaria y radicales cambios de la Ley Orgánica de las Fuerzas Armadas, con el propósito de democratizar a la institución.
Manini parece olvidar que gracias a los gobiernos progresistas que le permitieron acceder a la comandancia del arma de tierra, él mismo ganó notoriedad y fue públicamente conocido. Aunque con sus antecedentes familiares jamás debió ocupar ese cargo en una administración de izquierda, eso es harina de otro costal.
Empero, lo más grave es el comunicado del Centro Militar, que aglutina a sectores reconocidamente pro-golpistas que han justificado reiteradamente los crímenes perpetrados por la dictadura, convocando a «extirpar el marxismo».
El exabrupto fue publicado en la revista Nación, órgano oficial de la Cooperativa de Ahorro y Crédito de las Fuerzas Armadas y se difundió a través de un correo del Centro Militar, cuyo presidente, coronel Carlos Silva, integra precisamente Cabildo Abierto.
Al respecto, el editorial expresa: «los marxistas finalmente se irán del poder y con ellos felizmente se irá el largo rosario de ofensas a la Constitución, el desorden y despilfarro en todos los niveles de la Administración, el consentimiento y estímulo al delito, el intento claro de destruir la familia tradicional y la voluntad por envilecer las relaciones sociales en base al resentimiento». Asimismo, también se reivindican las tropelías del asesino y represor José «Nino» Gavazzo, entre otras barbaridades.
El tono amenazante del texto retrotrae al país a los tiempos más oscuros de la Guerra Fría y del extremismo fascista de la peor laya, que cometió aberrantes crímenes de lesa humanidad durante la dictadura, muchos de los cuales permanecen impunes.
Por supuesto, otras expresiones de intemperancia más propias de enfermos mentales que de seres racionales, son las amenazas proferidas por el ex militar Carlos Techera contra jerarcas del gobierno y referentes del Frente Amplio y la reaparición del terrorista «Comando Barneix».
Estos dos episodios serían meramente anecdóticos si no se registraran en el marco de una atmósfera de exacerbada crispación de los sectores más recalcitrantemente reaccionarios y nostálgicos del período más pesadillesco de nuestro pasado reciente.
¿Qué credenciales de vocación democrática puede exhibir un partido como Cabildo Abierto, que integra en sus cuadros a personas como el Presidente del Círculo Militar, coronel Carlos Silva, entre otros connotados fascistas?
Evidentemente, para las colectividades tradicionales, que se rasgan permanentemente las vestiduras invocando el respeto a la institucionalidad, la alianza con CA constituye un problema, un riesgo y una auténtica paradoja.
Empero, como no pueden prescindir de los votos de este partido militar para gobernar y aplicar su programa conservador y regresivo, deberán convivir con el odio y la intolerancia.